Entre la poesía modernista de Rubén Darío y la prosa de Pío Baroja hay un abismo. Sin embargo, en España somos expertos en combinar realidades radicalmente distintas, obteniendo resultados inesperados, a veces incluso geniales. ¿No radica precisamente en eso el éxito de la sangría? Fue Lope de Vega quien se atrevió a mezclar la tragedia y la comedia en una misma obra de teatro. Y desde luego no fue el último. O Quevedo quien definió magistralmente el sentimiento amoroso como un «hielo abrasador, un fuego helado». De la misma manera, autores como Antonio Machado, supieron fundir aspectos del Modernismo y de la Generación del 98 en una misma obra creando un estilo personal y único. Pero vamos a conocer ambas corrientes y a sus protagonistas para poder entender mejor las obras que vamos a estudiar.
El Modernismo nace a finales del siglo XIX en Hispanoamérica como una corriente estética que encuentra un excelente canal de expresión en la poesía del cubano José Martí y, sobre todo, en los versos del nicaragüense Rubén Darío. Pronto se difundió en España y se reconoció en otros movimientos europeos como el Art Nouveu o el Liberty. Para conocer más a fondo esta corriente, os aconsejo que le echéis un vistazo a esta presentación realizada por Profevio en colaboración con una servidora:
En España el Modernismo se adaptó al carácter de los autores y a las circunstancias históricas y sociales del momento. El resultado fue, en general, una literatura menos refinada y más intimista, concentrada en temas universales relacionados con la condición del individuo, en la que se pueden reconocer rasgos significativos del movimiento como el uso de símbolos, de elementos sensoriales y de musicalidad, como ocurre en muchas obras de Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado y Ramón del Valle-Inclán. No obstante, el Modernismo no se limitó al ámbito literario, sino que encontró cabida en otros campos artísticos, como, por ejemplo, la arquitectura. De ello dan fe las conocidísimas y apreciadísimas creaciones de Antoni Gaudí.
Contemporáneamente al desarrollo del Modernismo, surgió en España una nueva manera de escribir, representativa de la llamada Generación del 98, integrada por un grupo de autores nacidos entre 1864 y 1875 y que, marcados por el Desastre de Cuba (de ahí la fecha) y la crisis moral en la que se sumió el país tras perder las últimas colonias, compartían inquietudes intelectuales, preocupaciones sociales y filosóficas y un afán renovador. Para saber más sobre ellos, os dejo otra presentación de ProfeVio:
Castilla se convirtió en el símbolo de España para Unamuno, Azorín y Pío Baroja, todos ellos integrantes de la Generación del 98. En muchas de sus obras, fundamentalmente ensayos y novelas, estos autores manifiestan su preocupación por la situación miserable en la que se encuentra la nación al entrar en el siglo XX. Este es, precisamente, el eslabón que conecta la obra de Machado con la de los noventayochistas, quienes, además, dieron voz a las preocupaciones existenciales del individuo, influidos por las corrientes irracionalistas.
Aquí tenéis un cuadro en el que he tratado de plasmar las relaciones y las conexiones que hay entre el Modernismo, la Generación del 98 y tres de los autores más importantes del periodo: Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado y Miguel de Unamuno.